La mañana era tibia, el sol difundía tímidamente sus rayos por aquellos parajes, la pesada carga aumentaba su dificultad para caminar, Braulio sentía en sus carnes el dolor y en su garganta la angustia de lo vivido, pero debía seguir adelante, quedaban muchas leguas hasta su destino y aunque apenas había amanecido, el temor que la noche se le echase encima, lo animaba a caminar lo más deprisa posible.
El verano estaba a la vuelta de la esquina, atrás quedaba una primavera fría y amarga, el camino era estrecho y tortuoso y no quería mirar atrás, trás él quedaban los recuerdos, una vida feliz hasta que la envidia se cruzó en su camino, no podía entender como había llegado a ocurrir, jamás envidió a nadie, su vida, hasta el momento de pisar aquel hermoso lugar, ahora para él un infierno, había sido como la de cualquier ser humano, que viviera en armonía con su entorno.
¿que había hecho? se preguntaba, para suscitar las envidias y los odios, por más que daba vueltas en su cabeza, nada le hacía comprender.
Dos largas horas lo separaban de su destino, largas, por el cansancio acumulado desde el amanecer, decidió descansar en un recodo junto a un olmo, ya no le importaba que lo sorprendiera la noche, había dejado atrás todo el dolor, se había liberado totalmente y había aprendido una lección,
no volver a abrir su alma, hasta no conocer bien a quien lo rodeaba, es cierto que el mundo no es tan malo como a veces nos parece, pero no es menos cierto, que los lobos con piel de cordero existen y la mala suerte hizo que él, tropezase con todos, pero no por eso iba a dejar de confiar en las personas, la envidia, la codicia y la maldad, no se alberga en todos los corazones, la vida es hermosa pensó y con este pensamiento, levantó su cuerpo del duro suelo y volvió sobre sus pasos, ya no llevaba peso, la luna alumbraba el camino y a lo lejos, se divisaban las luces del lugar, que horas antes le había parecido el mismo infierno.
El peligro existe, solo hay que saber diferenciarlo, del camino a seguir, nadie puede hacerte daño, si tu no lo permites.
El verano estaba a la vuelta de la esquina, atrás quedaba una primavera fría y amarga, el camino era estrecho y tortuoso y no quería mirar atrás, trás él quedaban los recuerdos, una vida feliz hasta que la envidia se cruzó en su camino, no podía entender como había llegado a ocurrir, jamás envidió a nadie, su vida, hasta el momento de pisar aquel hermoso lugar, ahora para él un infierno, había sido como la de cualquier ser humano, que viviera en armonía con su entorno.
¿que había hecho? se preguntaba, para suscitar las envidias y los odios, por más que daba vueltas en su cabeza, nada le hacía comprender.
Dos largas horas lo separaban de su destino, largas, por el cansancio acumulado desde el amanecer, decidió descansar en un recodo junto a un olmo, ya no le importaba que lo sorprendiera la noche, había dejado atrás todo el dolor, se había liberado totalmente y había aprendido una lección,
no volver a abrir su alma, hasta no conocer bien a quien lo rodeaba, es cierto que el mundo no es tan malo como a veces nos parece, pero no es menos cierto, que los lobos con piel de cordero existen y la mala suerte hizo que él, tropezase con todos, pero no por eso iba a dejar de confiar en las personas, la envidia, la codicia y la maldad, no se alberga en todos los corazones, la vida es hermosa pensó y con este pensamiento, levantó su cuerpo del duro suelo y volvió sobre sus pasos, ya no llevaba peso, la luna alumbraba el camino y a lo lejos, se divisaban las luces del lugar, que horas antes le había parecido el mismo infierno.
El peligro existe, solo hay que saber diferenciarlo, del camino a seguir, nadie puede hacerte daño, si tu no lo permites.